Ya era hora de que el PP y el PSOE se pusieran de acuerdo en algo. Ayer, en el Senado, los dos grandes partidos votaron juntos para que las fiestas populares que incluyeran "maltrato a animales" (lo del "maltrato" lo decían otros senadores, de grupos antiespañoles o, aún peor, catalanes) siguieran siendo catalogadas como de interés turístico, nacional o internacional. Hay que mantener la tradición, señores. ¿Qué es un país sin tradiciones? Podrá ser cualquier cosa, pero no España. Y si no hacemos algo iremos perdiendo poco a poco esos entretenimientos ancestrales, que nos unen a todos en torno a ritos tan sencillos y entrañables como cortarle los testículos a un toro agonizante.
Más aún: como bien dijo el senador Javier Marqués, esas fiestas, pongamos por ejemplo el lanceo del toro en Tordesillas, "atraen turistas y son acontecimientos de primer orden".
¿Queremos tradición? ¿Queremos turismo? ¿Queremos acontecimientos de primer orden? Pues no nos limitemos a conservar, porque ésa ya es una posición claudicante. Vean lo que ha pasado con los toros: se cede un poco aquí y allá, por contentar a los finolis de siempre, y se acaba poniendo un peto al caballo del picador. El color de la fiesta nacional no es el mismo, indiscutiblemente, desde que los intestinos del caballo dejaron de relucir sobre el albero. Por no hablar de lo que se perdió en Manganeses de la Polvorosa desde que se acabó el simpático jolgorio de la cabra, el campanario y la lona.
Seamos activos. Respetemos lo que tenemos y vayamos un poco más allá. Si en la NBA hacen su All stars y en el fútbol se hacen selecciones con los mejores futbolistas, ¿por qué no unir en una gran fiesta lo más granado de esas tradiciones nuestras con las que, en el fondo, no hacemos más que expresar nuestro profundo respeto por el animal?
Podríamos soltar en una gran plaza española un toro con teas en los cuernos y correrlo a lanzadas, y a la vez arrojarle dardos, y sacarle los ojos, y colgarlo luego de una cuerda a ver si los mozos logran arrancarle la cabeza, y al final, si aún sigue vivo, cortarle los testículos y tirarlo de un campanario. ¿Se imaginan la de turistas que iban a venir?
© EDICIONES EL PAÍS
No hay comentarios:
Publicar un comentario